miércoles, 9 de julio de 2014

HOTEL ALBRET PAMPLONA

     El hotel Albret, en Pamplona, es a lo que podemos llamar hoy un mal hotel. Un mal sitio. Es mejor evitarlo si se puede.
   
     No está muy céntrico, ni cercano a nada en especial. Gracias a Dios es económico, que es lo único que tiene a su favor, ya que deja bastante que desear en todos los demás aspectos que se tienen en cuenta a la hora de valorar un establecimiento de estas características.
 
     La última reforma, si es que la ha tenido, es de los primeros ochenta. Las habitaciones son ruidosas y no demasiado cómodas. Los enchufes están puestos a mala baba para que no tengas ningún aparato (teléfono, tablet, radio...) al alcance de la mano si necesitan batería, y tengas que levantarte todo el rato. Por cierto, sólo hay dos... Uno en la habitación y otro en el baño. No vaya a ser que se disparé la factura de la luz...

     El desayuno ha sido toda una sorpresa. La tortilla de patatas era de campeonato, pero de campeonato de torpes en la cocina. Mal sabor, mala textura y pocas ganas de hacer las cosas bien. El café me extraño que estuviera intomable también, ya que era de máquina industrial, pero cuando hay ganas de dar metralla... todo es posible. ¿Insuperable? Ni mucho menos.

     Lamentablemente también comimos en el hotel, y uno de mis acompañantes, antes de llegar ya se lo temía... Pues sí, peor que el desayuno. El asequible menú a 24 €urazos incluía varios platos. Yo pedí gazpacho de primero. De cartón, pero que no se cortaron un pelo ni trataron de disimularlo poniéndole algo por encima, ni añadiendo un poco de aceite o vinagre par engañar, no. Sólo les faltó traer el brik y echarlo directamente delante nuestro. El entrecot que pedí era de carne de tercera o más allá. Una vergüenza. Y un arroz caldoso que pidió otra persona... de campeonato también, que lo probé.

      Por cierto, pedí un bocata de jamón y pimientos antes de irme y la tía lo metió en el microondas. y torció la cara cuando se lo devolví diciendo que si los pinchos de ensaladilla rusa también los fundía en el micro. Culpa mía por no haber aprendido de los dos intentos anteriores de envenenamiento.

      Un auténtico despropósito que contrasta con la amabilidad y profesionalidad de algunos (no todos, los menos) profesionales que allí trabajan.

      Lamentablemente me tocará volver por aquí el año que viene ya que no depende de mi esta estancia.

NO SE LO RECOMIENDES NI AL CABRON DE TU JEFE.









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