jueves, 24 de febrero de 2011

Sheraton Waikiki (Honolulu)


Son casi las doce de la noche. Acabo de aterrizar desde San Francisco y ya no sé cual es la hora que sigue mi organismo, pues es completamente independiente a la hora local. Sheraton Waikiki... ¡Qué bien suena! Por fin un hotelazo. No es que el de San Francisco hubiera estado mal, además, sólo para dormir, estaba genial, céntrico, amplia habitación, bueno, que más se puede pedir por 190$ la noche. Pero es que es oír la palabra Sheraton y me recuerda a aquel de la ciudad de Lisboa. Menudas camas, qué colchones, qué mullidito era todo, era acostarse y caer profundamente narcotizado... Aunque ahora que recuerdo, en el Sheraton de Rascafría (Segovia), en vez de una habitación me dieron el cuarto de las escobas. La maleta y yo no éramos compatibles al mismo tiempo de pie en la habitación. O la maleta encima de la cama o yo. Bueno, era un antiguo monasterio, seguro que todas eran similares, nada de lujos y espacios amplios para la antigua vida monacal. Ya, eso creía yo hasta que al el mismo día de marcharnos vi la de algunos compañeros. Yo estaba en la mazmorra de los condenados y ellos en apacibles celditas. Pero bueno, eso es agua pasada, no tiene nada que ver, estamos en Hawaii.
Entrando en taxi al complejo, la verdad es que impresiona. Tiendas de Louis Vuitton, Bvulgari, etc... Amplísimo hall de recepción, impresionantes mostradores, amabilísimos recepcionistas. ¡¡¡Ups!!! Vaya por Dios, no tenemos habitación. ¿Cómo puede ser? Hicimos la reserva hace un mes. Está todo confirmado. La gordita hawaina, en perfecto y entendible inglés nos dice que no hacen efectivas las reservas hasta 24h antes.

- Vamos hombre, no nos tome el pelo. ¿Qué sentido tiene entonces hacer reservas?
- Bueno en realidad es que no tenemos la doble con dos camas, solo tenemos con una...
- Ya, pero somos hermanos, tampoco somos tan cercanos el uno al otro.

Después de ciertas quejas en un tono amistoso del todo, y apelando a nuestra condición de europeos y de que no podemos entender este contratiempo pues esto nunca pasa in Europe... ¡Coño! De repente una habitación (después de 30 minutos sin movernos de recepción).

-Aloha aloha! Bienvenidos y por allá se va a su habitación.

Seguimos el periplo por el hall, más tiendas, más lujo, 20,000 ascensores... ¡Qué gozada! 6th floor. Se abren las puertas del ascensor, salimos y tengo que mirar hacia atrás. ¿Es un ascensor o una máquina del tiempo? El pasillo se ha vuelto de los años 70, moqueta rancia de color verde rana, levantada en algunas partes, máquina de Pepsi en mitad del pasillo, puertas blancas con la madera cuarteada... Bueno, lo que importa es la habitación.
Aloha!!!!! Grande pero chunga, chunga, chunga. Igual que el pasillo de aspecto, tiene un minibar vacío con una nevera que hace un ruido como si fuera una lavadora. Las ventanas están echas polvo, pero bueno, la cama es amplia y parece cómoda. No tiene wifi y si quieres internet mediante cable y 14$ + tax. En fin, ¿qué más quieres?
Me voy a la playa, y a la piscina, dónde hay un tío que no para de insistirme en que le compre bronceador petroleum free. Esta lleno de japoneses, muy ruidosos por cierto, pero en el fondo es el paraíso benidorniano del Pacífico. Nueve pavos por una birra y a la hamaca. Creo que la próxima ves que venga a Waikiki elegiré otro hotel, sólo por la tarifa diaria (200$) y las expectativas. Tampoco quiero demonizar este hotel, pero es de 90$ tan solo. Y por otro lado, no creo que vuelva de nuevo. ¡Qué lejos, cojones!

miércoles, 2 de febrero de 2011

Ya no lo resisto más.


No era mi intención hablar de este sitio. Primero porque no es un restaurante al que pueda ir uno de casualidad, si no que está en el Parque Tecnológico de Llanera, por lo que si vas allí por algún motivo laboral y es la hora de comer, mala suerte, tienes que comer allí. Y segundo, porque mi oficina está justo encima y por algún motivo que todavía no llego a comprender me daba pena ponerlo aquí, pero es que ... ¡Basta ya, hombre!

El otro día, me tocó otra vez alimentarme en este garito, al que le tengo una manía cultivada con paciencia durante los últimos ocho años. Siempre que me dan las horas de comer allí, procuro hacerme el sueco y escabullirme de alguna manera, poner la excusa de un pariente enfermo o de algún trastorno digestivo que me impide comer en esos momentos. No siempre lo logro y hace unos días tuve la desgracia de tener que sentarme en ese garito.

Como quien se sienta en la consulta de un dentista y empieza a oír los tornos agugereando dentina, escucho la lista del menú de la boca del dueño del comedero: de primero ensalada de patata, ensalada cordobesa, lentejas... Como éramos varios comensales pude ver todos los platos y su más que vaga preparación. La verdad es que al menos la ensalada de patata tenía un aspecto cómico, o al menos eso me pareció ya que yo no la había pedido. Parecía que la habían preparado para algún desdentado. Patatas cocidas semiaplastadas por no sé qué instrumento (espero que no fueran restos escupidos de otro comensal) con cierto acompañamiento que no pude distinguir a simple vista. La cordobesa de risa también, unas hojas de lechuga con jamón del "bueno" y algo rallado por encima, espero que fuera queso... Y mis lentejas, bueno, no estaban del todo mal, si tomas pocas, pero tenían las patatas de la ensalada, muy maceradas y fermentadas... Seguro que eran de la ensalada del día anterior.

De segundo codillo alemán (sí, bueno), pechugas de pollo y pollo al ajillo. Mmmmmmm, no me apetece nada, pero voy a tomar codillo, ya que el pollo y yo no nos llevamos muy allá que digamos. Qué suerte, al menos de aspecto no parece que lo haya estado chupando otro, como sí lo parecen las pechugas de pollo. Las patatas que acompañan todos los platos tienen cierto color grisáceo. Son muchísimas, parece que hoy se quieren deshacer de todas las patatas de la despensa. Las pruebo, y la realidad, solamente por poder hablar de ellas en este blog. Aggggg!!!!!! Es como morder un ojo, nunca he mordido uno, pero tengo la impresión de que son bolas llenas de líquido y que cuendo se muerden echan ese líquido que sale de la boca chiscando o deslizando ese zumo oleoso suavemente por la barbilla. Seguro que no tienen grasa... Y que sólo las han metido en la freidora una vez. Y claro, el aceite es de primera y con poco uso. Imcomprensiblemente, el tío que tengo al lado se relame. Lo que no sé es si es de gusto o que le ha pasado lo mismo que a mi y el aceite que sale de su boca le hace cosquillas en la barbilla también... Por cierto, el codillo viscoso, muy viscoso.
- De postre tenemos...
- Calle hombre, ¿está de broma? ¡El café ya me lo tomo en la oficina que tenemos cafetera!

¿Barato? Puede ser, 8€, depende el aprecio que le tengas a tu organismo, pero en el fondo sí es barato, porque cade vez que como allí no puedo volver a comer en 24h, así que... ¡La pasta que me ahorro!