lunes, 24 de septiembre de 2012

El Secreto de Güelita

     O en Castellano, el Secreto de la Abuelita. LLegué a este local situado el el barrio de La Guía de Gijón por indeciso y haber elegido sin alguna preferencia entre otros tres lugares más. Siempre lo había evitado por el mero hecho de que el nombre me parecía unan cursilería y una horterada. Pero nunca había oído nada malo de este restaurante. Es más, sólo tenía buenas referencias, de hace tiempo, dos... No son muchas, pero eran positivas.

     Sábado por la noche, 22:00 horas. Llegamos al restaurante. Dos mesas ocupadas de unas veinte, y con la nuestra tres. Sin duda, lo primero que te viene a la cabeza es la crisis. Hasta que pasa muy poco tiempo. Viene un amable camarero a decirnos lo que podemos degustar fuera de la carta y se va por donde ha venido convencido de haber empezado bien su trabajo. Cuando ya habíamos decidido uno de los platos principales se acerca a darnos la lista de lo que ya no tenían de la carta, entre lo que por supuesto estaba nuestra selección. Bueno, pues nos enumeró casi el 40% de la carta. Bien, pudo haber sido un fin de semana de mucho ajetreo, comprensible.... Cuando ya nos decidimos totalmente por el resto de platos que si tenían... ¡¡Zás!! La primera en la frente.
       - Lo siento, no tenemos paletilla tampoco - me espeta el camarero.
       - Eso no lo habías dicho - le respondí con una mirada incrédula

      ¡Vaya! Se le había olvidado mencionar ese pequeño detalle, asi que del 40% de los platos de las carnes de la carta se quedaba en el 60%. ¿Cómo se puede abrir un restaurante si te falta el 60% de lo que ofreces en teoría?
       - Tomaré entrecott entonces
       - ¿Cómo lo quiere?
       - Muy poco hecho, por favor.

      En el transcurso de recogernos las cartas y traernos la comida, nos sirvieron una entradita por cortesía de la casa. Pastel de morcilla matachana helado. No me vuelve loco la morcilla matachana, pero si le añades una baja temperatura y una textura nocillera, pues eso, te que da una nocilla poco apetecible a vista y gusto que por descontado quedó casi entera en el plato. Y es que si no eres creativo, la cocina no es lo tuyo y además eres un chapucero, lo mejor es que no te arriesgues a hacer filigranas, porque con toda seguridad harás un churrete como esta invención del que asó la manteca.

      Después unas croquetas que habíamos pedido con antelación y unos escalopines a la plancha. Muy graciosa la presentación de las croquetas con patatas fritas de bolsa en el centro. Y menos mal ya que eran lo mejor del plato, porque la verdad es que no se podían comer. Esa masa con textura fangosa y terrosa a la vez que se te queda en el primer anillo del esófago pidiendo un empujón a base de palo, como quien carga un mosquetón con una bala y empuja con una vara la pólvora contra el plomo...

      Entre las croquetas y el segundo plato pasó un buen rato.No me extraña, deben tener el tiempo calculado que tardan desde la boca al estómago y como eran ocho no me extrañaría que estimasen al menos una hora. Pero como no las comimos, nos tocó esperar un ratito.

      Los segundos sin el mayor comentario salvo que al camarero o al cocinero (no investigué a cual de los dos exactamente) se la soplaba ampliamente cual era mi gusto sobre la carne, por lo que me quedé un poco intrigado con el hecho de que me lo preguntaran antes de hacerme el pedazo de grasa con ribetes de carne a los lados.

      Lamentándolo mucho, no me queda más remedio que hacer mención a que todo esto estuvo acompañado del olor a sobaco reposado del camarero. Qué le vamos a hacer, no era nuestra noche. Hacía tiempo que no me iba a casa con la sensación de haber tirado el dinero de la manera más tonta del mundo, pero... Una y no más. Evidente es que salimos corriendo sin postre ni café, por si las moscas.

      Como siempre, no les animo a que lo comprueben por ustedes mismos, pero si se animan, ya saben, no tiene pérdida. Aunque no les recomiendo que comprueben cual es el verdadero secreto de güelita, ya que les adelanto yo que radica en ocultar lo verdaderamente malo que es este restaurante hasta que ya estás sentado.

martes, 31 de julio de 2012

MONASTERIO VINCCI PUERTO CHICO

     Estamos en verano, entiendo que las habitaciones no cuestan lo mismo en verano que en invierno. Y 100€ tampoco me parece una locura para pagar en Santander, el 31 de julio, en Puertochico. Pero... Cuando entro por la recepción la señorita del turno de tarde me ofrece con mucha amabilidad una habitación con vistas a la bahía, sólo por 15€ más. No pico, conozco el hotel de veces anteriores, y en verano, pueden alcanzar los 50ºC sin esfuerzo, ya que les da el sól todo el día... Así que le pido la llave de mi habitación y subo. 806. Ahora entiendo la amabilidad de la recepcionista. Como quién tiene un grano en la cara y echa abundante maquillaje para esconderlo, la intención de esta chica era ocultar el grano del hotel. Deberían haberme dado una llave de hierro de grandes dimensiones ya que no era una habitación lo que me habían dado, si no una celda de meditación de tres metros cuadrados, con un catre para dormir en posición fetal, ya que estirado me saldrían los pies por fuera y sería demasiado lujo para un penitente.


     La penitencia no sólo es aplicable al descanso, si no que si lo que te apetece es comer algo en la habitación, sólo se permite quitar el hambre, nada de disfrutar con algún bocado que nos haga caer en el pecado capital de la gula. El sandwich al que inexplicáblemente le ponen el nombre del hotel, cumple a rajatabla los requisitos del penitente. El que ideó la receta tenía muy claro que era para curar pecados y no para deleitar paladares. O eso, o lo creó algún accidentado de tráfico o alguien con un garrotazo en la cabeza, sin duda después de haber perdido los sentidos del gusto y del olfato. Tiene dos pisos, uno con media lata de bonito con salsa de tomate (y punto) y el otro con queso de sandwich. Se me ocurre otra posibilidad del creativo cocinero, y es que no se haya dignado a probar dicha creación. O la que más sensata me parece, y es que no les ha dado la gana de prepararlo como ponía en la carta, ya que culaquier parecido entre lo que me pasaron a la celda y lo que había leído era pura coincidencia. Le saca una arcada hasta al que ha perdido los mencionados sentidos. Seis euros con cincuenta de un seguro proyectil para el cubo de la basura.

     En fin... El desayuno, por 15€, digno de cualquier internado escolar. La tortilla de patata está hecha por el mismo tipo que se inventó el sandwich. No digo más.                                            

miércoles, 29 de febrero de 2012

De cómo el hotel de La Reconquista se vio con un tonto en su plantilla.

     Último domingo de febrero de 2012. Año bisiesto, reunión regional de la empresa para la que trabajo. Los años bisiestos suelen coincidir con hechos trágicos, algunos más relevantes que otros, como el hundimiento del Titanic y otros un poco más discretos, pero no menos importante, como el que relataré a continuación.
      No dudo de la calidad de la empresa Melia Hoteles, propietaria del hotel de La Reoconquista de Oviedo. De hecho, después de haber pasado tres noches sólo puedo destacar dos cosas negativas, las cuales no son lo suficientemente importantes como para no volver, pero como me aburro, las voy a contar. Pero que quede claro, que si tuviera que volver, volvería.
      Resulta que el hotel, de cinco estrellas, es de ese estilo de principios de siglo y se le notan los años, las pocas reformas y que no le vendrían mal unas ventanas nuevas para que no te congelaras en la habitación o en caso de viento fuera, no silbaran. El minibar tenía una temperatura superior a la de la habitación. Problema que se soluciona con altas dosis de calefacción y mantas, no disponibles la primera noche.
      Quitando ese mínimo detalle, el personal del hotel se desvivió y demostró una profesionalidad acorde al nombre de la empresa en general y del hotel en particular que representan. Pero claro, se te cuela un tonto en el plantel, y con todo el personal que hay ni te enteras. Hora de la comida del martes, se me acerca la fiera y me pregunta si tomaré vino tinto o blanco.
        - Mejor tomaré una cerveza - a lo que el tipo se acerca a una mesa de servicio que tienen para apoyar las bebidas, coge una botella a la que le quedaban dos dedos de líquido y me la vuelca en la copa como quien la tira por el fregadero. Acto seguido se pira corriendo. Le llamo, pero me ignora y busca miradita cómplice con una compañera.
        . ¿Perdone? - le aviso cuando vuelve - ¿Me ha echado el culo de una botella? - Le digo aún incrédulo. Ni corto ni perezoso me vuelve a ignorar. Le doy el beneficio de la duda por si viene con otra cerveza, pero no es así. El tipo vuelve y se hace la estatua al lado de su compañera. Le llamo.
        - Perdone, llévese esto - refiriéndome a la copa de orina que me había servido - y tráigame una cerveza.
        - ¿Qué le pasa a la que le acabo de poner? - Me pregunta el tío con toda su jeta y mirada de macarra, como desafiándome a no sé qué.
        - Mire, yo no soy su jefe, no tengo que enseñarle a atender a la gente ni a poner una cerveza, ¿a usted le ponen las cervezas así dónde va?.
        - Tranquilícese caballero, ahora le pongo una cerveza -  me dice el tío, cómo si me hubiera alterado... Con lo tranquilo que yo estaba.
        - No, tranquilícese usted, que yo estoy como una malva.
       El tio me pone la cerveza y me espeta que espera que sea de mi agrado. Le doy las gracias lo más educadamente que sé y olvido el incidente. Pues el tío, cada vez que pasa enfrente mío, me mira como con esa expresión de subnormal de barra que intenta decirte que se está quedando con tu cara.
        A lo que voy es que, te esmeras para atender a 148 personas durante tres días, con lo difícil que tiene que ser, y se te cuela un tonto del bote intentado echarte todo curro por la borda. Una pena. Luego hay auténticos profesionales en el paro.
       Aún así, como ya he dicho, no intento disuadir a nadie de visitar este hotel.

jueves, 19 de enero de 2012

Ligero descontento en El Riojano

     Hacía tiempo que no me asomaba por aquí, cosa que aunque no lo parezca son buenas noticias. He venido con una amiga de la ciudad, Santander. La verdad, es que como la mayoría de las veces que he tenido que venir aquí, nunca había oído comentario negativo sobre la tasca, pero... Siempre hay una primera vez, y seré yo, aunque no sea ya precedente, el que lo haga.
      Este mesón de nombre El Riojano, está situado en la calle del Río de la Pila, bastante concurrida últimamente en Santander de tarde y de noche. El local está bastante conseguido y resulta acogedor en un principio. La carta es variada, hay un poco de todo, y parece que por el texto es todo apetecible... Yendo al grano; revuelto de perrechicos de primero y un entrecot troceado de segundo. En cuanto al primero, sólo decir que estaba bueno, pero también la duda de que esas setas fueran perrechicos, primero por el ligero sabos a champi, y segundo, por la fecha, ya que son setas casi de primavera...


 En cuanto al segundo, 300g de carne, bien cocinada, pero sin carne, como decía el chiste del filete 007, duro y con los nervios de acero. Parecía que la carne estaba unida entre sí por una alambrada de nervio que ni un buen cortafríos seccionaría. Al decirle literalmente al metre: la carne estaba un poco nerviosa, el profesional de la sala, con un pachorrismo directamente proporcional al volumen que él ocupaba en el restaurante,  contesta: Ah! sí? Y de postre, ¿tomarán algo? Antente la indiferencia por habernos servido un trozo de basura y el medaigualismo sobre: me da igual lo que te haya parecido la carroña que te acabo de poner... La respuesta fue negativa.
      Después de los más que exagerados 47€ decidimos ambos, mi amiga y yo, que debería entrar en este desinteresado blog. Muy a pesar de conocer al dueño y que me caiga bien.
      Lo más sorprendente, que al final, con la cuenta, te dan una encuesta de satisfacción, de esas que en la mayoría de los sitios confían que nunca se rellenen, o en caso contrario, sea para hacerles la inmerecida pelota (que de eso existe mucho). Estoy seguro de que mi educadamente cumplimentada encuesta terminará en la cocina de carbón junto con otras miles de otros clientes decepcionados.
      Salud.