Pues resulta que, tomando una caña un amigo y yo por el cada vez más maldito y de moda barrio del Carmen de Gijón, como que nos entró la gusa. Justo enfrente de este calabozo nos encontrábamos cuando daban cerca de las 15:00. Para qué pensar más, en anteriores ocasiones no fue mal, así que... ¡vamos!
Ensalada de bonito con pimientos etc... 18€, buena aunque escasa. Calamares frescos [falta texto, me estaba descojonando] ¡riquísimos oiga! 18€ también. Y para rematar (porque todavía coleábamos) una de fritos de pixín (rape para los castellanoparlantes) bien rebozaditos, con ese colchoncito de adobo esponjoso, con un grosor que lo hace un plato a parte en sí mismo, que desprende grasilla nada más pincharlo con el tenedor... Si lo frotáramos contra la mesa la volveríamos transparente. Curiosamente sabían muy parecidos a los calamares, no puedo imaginar por qué... 23€urazos!!!! Agua sucia con hielo (aunque creo que lo llaman café en algunos sitios), sin postre, una cerveza y un agua, ¡el montante ascendió a la nada desdeñable cifra de 70 pavos! Y para colmo, en una mesa donde apenas cabían una copa y un plato simultáneamente.
Salimos pitando para no volver, ya me notaba con sobrepeso nada más cruzar la puerta.